FUGAZ Y SOLA
Preludio
El azar me puso en esta partida de ajedrez
y acabé creyéndome una torre con ventanas,
otras veces, un peón en el tejado
hasta que el viento acabó por llevarse el tablero
dejándome prismática y sola.
La sensación de creerme lejos
y deudora de lo pendiente
amenaza el deseo diario de resistir.
Cuando el vestido de comunión
amarillea en el marco de alpaca
presiento que todo sobra,
demasiados adjetivos inundan de baba
los renglones.
Inocuos mis poemas
no alcanzan la precisión ni la belleza,
a menudo inmóviles
en el umbral de lo pretendido.
No estoy segura de poder soportar
el dolor de algunas ausencias.
Me gustaría que ninguna soledad
me matara.
I
Fugaz su imagen al alba
se diluye en un instante,
es un sueño vago su rostro y el mío
se estremece por este adiós
esperado y hambriento.
Atocha.
Se pierden los vagones,
desaparecen las maletas entre la gente
y las despedidas se guardan
en los pañuelos al viento.
¿Hacia dónde miras cuando me miras?
II
Qué fugaz la melodía de aquel canto.
Cuando me aman,
y deseo soportar que me amen,
a veces, cuando me aman
no puedo asumir una caricia más.
No puedo resistir una caricia más
y aguanto un poco todavía,
un poco más, hasta romperme bajo la piel
y caer en el abismo.
III
Es un viento intruso el que se cuela
y se oculta en los rincones habitados
por la ausencia de su voz.
Hiere la memoria,
se consume el recuerdo
como un fósforo encendido
entre las yemas de los dedos.
Otras miradas esperan
para anidar en mis ojos
como una bandada de pájaros
hacia un lugar salvaje e indemne.
IV
Con este nombre impuesto
divago por el borde de la duda,
navaja que en las sienes penetra
por las que asoma pálido un gusano.
Apenas me sostengo
en esta historia que desprende
despacio sus escamas,
un traje sin tela ni costuras,
nada más que escamas,
como un reptil que se pasea
por los túneles del metro.
V
Insisto en la esperanza
esa llave maestra que tintinea
y luego no acierto a palpar
entre los pliegues de estos años.
Se fueron, pero dejaron sus cosas
y el olor permanente de los pasos
por los senderos de la casa.
Transcurren los días en semanas
cómo viernes que ayer fueron lunes
y el patio sin barrer.
Me parece tarde,
siempre tarde.
VI
Sobre la calle mojada me pregunto
por dónde camino
si no saludo al barrendero,
no reconozco al vagabundo
ni la sombra inclinada de la farola.
Abrigo en esta esquina la ilusión de un gesto,
un gesto cálido, tal vez.
VII
En la estación de autobuses
ni una derrota
la mesa con corazones de tinta,
nombres y fechas,
insultos.
Perdidos el seso y la cordura,
esperando, como Penélope,
tejemos una rosa de lágrimas
y el aullido del lobo nos devora
con la pertinaz insistencia
de un recuerdo,
a dentelladas, el olvido nos desangra
y morimos vivos y olvidados.
No llegó, tampoco en éste
y son las tres y pico.
Alguien rellena el crucigrama
de un periódico antiguo,
sobre una mesa sucia,
la mirada, ausente, como el paso inseguro
de un cachorro que se aleja de la cueva.
VIII
Hoy vuelvo a casa sola, ceno sola,
me cepillo los dientes sola y amanezco sola.
Sola me soporto y me entrego
a la bondad merecida.
Sola
porque un día fui multitud
y no crecí sino para jugar
al tenis o al sexo,
para practicar natación y amantes.
Sola
porque la duda fue mayor que la libertad
y las brazadas silenciosas en el agua
más locuaces que algunas conversaciones.
Bajo la sutileza del agua aprendí
a nadar sola.
IX
No soy quien te espera.
Prendí una fogata donde apurar mi sentir ingrávido
y se alzó una columna de humo muy alta,
deseaba que la vieras desde lejos
pero solo acampo una noche,
al amanecer recojo mi escaso equipaje
e inicio el camino de mi libertad.
Esperarte sería una imprudencia.
X
Fugaz y sola
persisto en una llaga abierta todavía,
un enjambre de abejas que pululan
en las palmas de mis manos.
Hacia tiempo que no me sentía quebrar
tan ácida como un jugo de naranja.
Era sencillo arrancar uno a uno los pétalos
y acabar creyendo en mí.
Ahora creo en mí,
en mí y en mis heridas.
XI
No me consuela el ritmo de la lluvia
ni su líquida conversación.
El tiempo me desata en hilos de seda
y al abrirme paso entre los animales
que en estampida me recorren,
busco aliento.
Gritan los huecos más profundos
una idea incasable y vaga.
XII
Insoportable es el destierro de este día,
espero volver mañana.
Mas no sé si deseo el abrazo que se me niega,
otra vez se me niega la manzana mordida
en el recreo de un patio de cemento.
Mas no sé si deseo el hueco que se me niega,
otra vez se me niega un refugio en el parque,
el afecto desbocado y la insurrección del yo.
En garras los versos, huidas las palabras,
ignoro lo que mantiene tenaz y oblicua
una lanza clavada en el estómago.
XIII
Qué nombre tengo si contesto siempre.
Se rasgó el mimético uniforme,
un secuestro largo y sutil
de caricias robadas y mentiras.
Aquella novela
es un cadáver putrefacto,
una pesadilla de besos enfermizos
que seguirán durmiendo en mi alcoba
por un tiempo.
Ahora te recuerdo.
Antes te amaba.
XIV
Una caja de cartón atesora
un juguete, una foto, un mechero,
unos novios de plástico con un nombre
y una fecha, un único nombre
premonitorio quizá
de la torpeza y la monotonía.
XV
Nuestro perro se asoma a la ventana,
imagina una libertad que no desea
pero le late en un sueño inconsciente.
Me asomo al infinito de un horizonte cercano,
los tejados húmedos.
Entre los detalles diarios y las fotografías,
antiguas evidencias confirman
que saber mirar es lo importante.
XVI
Desconfío de este breve protagonismo
al descubrir un barco al amanecer
que arroja las redes,
sin tiempo para pescar
el gran pez de Hemingway.
Dudo de querer seguir,
acomodarme o ejercer de hombre.
Sigo el empeño de una intuición perenne.
XVII
Tal vez sea solamente ser
y ningún otro desconsuelo me inquiete,
no es un reproche ni una justificación
ni siquiera la necesidad de que me escuchen.
Es una puerta abierta
que deja correr el aire fresco
este propósito,
liar el tabaco en otro cigarrillo
a sabiendas de que me sentiré culpable
por volver a fumar
y hasta que quiera dejarlo.
Tal vez sea solamente ser
lo que sienta.
XVIII
En este leve retrato reconozco el amor
que me sostuvo un día firme.
Es seguro que deseo estar sola.
Nadie consuela a los árboles.
Qué no habrán visto sus hojas
y sentido sus raíces.
La mueca de un felino bostezando
tan dúctil y maleable
acaba por conquistar el desánimo
y clava sus fauces en la atonía
de un fiero animal
que hace versos.
XIX
Nevará en abril
porque nadie me espera,
mis manos solas se anudan
y mis pasos solos me acompañan.
Nevará en abril sobre mi frente
la flor de los cerezos.
Acaso si no nieva, la lluvia cubrirá
cada una de las horas consumidas.
Nevará en abril
y en todos los segundos
de este invierno
que es siempre abril.
XX
Con el viento del otoño hallé la paz,
sedienta de su afecto y en la niebla
anaranjada.
Me deshojé en cobre
y creció un esqueleto
con el olor del tiempo.
Entre las nubes amarillas
escribí todos los poemas
de memoria,
cayeron en mi regazo
y se hicieron hojarasca
en un libro de soledades,
generoso libro,
con el viento del otoño
aquel septiembre.
XXI
Los príncipes siempre son y hasta el final
ranas, nada más que verdes ranas.
Por eso algunos viernes
un abrazo me es indispensable,
soy así de frágil.
XXII
En un intento fatal de atravesar la calle,
una lombriz muerta es pasto de las hormigas.
Para ellas mi bota será una atroz calamidad
y quizá recen para que alargue el paso,
pero soy un dios muy insolvente.
¿Acaso no fue su estela más fugaz que la mía?
Presiento que no sirven las palabras.
Aquel grillo se coló en el patio,
resultaba insoportable el cri- cri de sus alas
pidiendo compañía,
solo en la cárcel de su torpeza.
Al fin, logré destriparlo
y suspiré aliviada.
Soy tan ignorante como aquel grillo,
pero yo lo maté.
Él estuvo mucho más solo
en su pobre y fugaz historia de grillo
perseguido por cantar.
XXIII
Detrás de las estrofas duerme un perro,
sienta la cabeza en mis tobillos,
intuye lo que ocurre.
Me sigue con el rabo diligente
más allá de empeños y frustraciones,
detrás y en todas mis cuartillas.
XXIV
“Shine on you crazy diamond”
PINK FLOY, “WISH YOU WERE HERE”
La música me sostiene
y hay algo de rítmica ternura
en el papel emborronado y roto.
Sin ella serían insoportables
el destino y la televisión.
Una canción desgastada
en el viejo tocadiscos
suena mía, nuestra.
Baila conmigo esta tarde,
Pink Floy no nos conoce,
nadie supo nunca de nosotros.
XXV
Esta piel de aliento huérfana
cuánto esperará a que desate
sus crines un beso.
Estas manos, desnudas de caricias,
qué harán hasta encontrar
un gesto que las abra.
Estos pies delgados
perdidos en una cama inmensa
qué sendero andarán por sí solos
fugaces y solos
estos pies impares.
Y esta cintura que fuera generosa
y tierna se quebrara tantas veces
con el lazo musculoso de su abrazo,
de qué se vestirá serena al convertirse
en las puertas misteriosas de un templo,
con qué se vestirá esta cintura
para quién, esta cintura
fugaz y sola.