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La semana pasada se inauguró en el Espacio Miguel Delibes de Alcobendas la exposición "Martín Lutero y su mundo", una muestra de grabados que estará expuesta hasta el 27 de abril y que busca revisar la figura del agustino y las distintas concepciones históricas elaboradas en los siglos siguientes a la publicación de sus 95 tesis. En una conversación con este medio, Elvira Roca, investigadora del CSIC y autora deImperiofobia y leyenda negra, ha querido llamar la atención sobre la "falsedad" que envuelve a Lutero y a la imagen de progreso que suele desprenderse de su "Reforma" protestante.
En términos generales, la Historia cataloga ese acontecimiento como el germen del progreso que marcaría la trayectoria de Occidente desde el siglo XVI en adelante. Para Roca, la verdad dista mucho de lo que se estudia en los libros de texto: "Todo lo que se suele creer del movimiento iniciado por Lutero, eso del libre examen y de la libertad religiosa, tan moderno y tan bonito, es una reducción y una falsificación de lo que realmente supuso la nueva doctrina. No hubo progreso, sino más bien todo lo contrario", ha comentado. "Si se estudia detalladamente la historia de todos los territorios en los que triunfó el protestantismo, se descubre que en los siglos siguientes al cisma se encuentran inmersos en continuas guerras que les lastraron en todos los aspectos; tanto en lo económico como en lo social", ha añadido. "El Sacro Imperio se quedó anclado en la Edad Media hasta el siglo XIX".
Preguntada acerca de las guerras de religión iniciadas por la Contrarreforma católica, que tuvo en España y en Carlos V a su principal valedor, Roca ha sido clara: "Sí, claro que es verdad que hubo guerras de religión entre católicos y protestantes, pero tuvieron muchísimas más los propios protestantes entre ellos. Hay que tener en cuenta la cantidad de pequeñas divisiones e interpretaciones religiosas que tuvieron lugar en muy poco tiempo. Si se estudian los datos, llama la atención la cantidad de conflictos entre propios protestantes", ha asegurado. "No es verdad que allí triunfase la tolerancia. En las zonas protestantes es donde más casos de intolerancia se registran: para empezar, uno no podía ser católico en un lugar protestante; el número de muertes por cuestiones de credo fue mucho mayor en esos sitios que en los católicos", ha añadido. "Estaban regidos por aquello del cuius regio eius religio; ¿qué tolerancia puede haber en eso?".
No es verdad que trajese el progreso; todo lo contrario. El Sacro Imperio se quedó anclado en la Edad Media hasta el siglo XIX
"Una cosa que se ve en la exposición, muy interesante para entender esto, es la batalla dialéctica entre Tomás Moro y el propio Lutero", ha continuado Roca. "Muestra muy bien lo atrasado del nuevo credo luterano". "Moro no era un teólogo, era un abogado, y sus críticas al fraile se basaban en el derecho positivo. Por ejemplo, debatió mucho ese concepto poco conocido que promulgaba el agustino de que los reyes, elegidos por Dios, debían ser los únicos capacitados para dictar leyes. Todo un atraso".
La Reforma, más política que religiosa
Uno de los objetivos que busca la muestra es analizar los distintos intereses políticos que motivaron la expansión protestante. "Hay que entender lo que supuso el nombramiento de Carlos V como emperador: un jovencito, Habsburgo, austriaco, que le ha disputado el imperio al propio príncipe Federico de Sajonia, al que muchos consideraban mejor preparado… Las tesis de Lutero dieron a los sublevados la estrategia perfecta", ha explicado Roca. "A Federico se le sumaron muchos otros príncipes que sabían que lo mejor que podían hacer para restarle poder al nuevo emperador era poner al pueblo en su contra. Carlos era un extranjero, medio español, algo que ya en aquella época estaba mal visto por esos lugares. Lo único que compartían era la religión; así que provocaron una herejía que desembocó en una guerra". "Aquella fue la primera revolución de la historia, y no la estadounidense o la francesa", ha continuado.
La razón por la que, pese a todo, se acabó imponiendo el relato protestante, tiene que ver con aquellos que escribieron la Historia, según Roca: "La gran Historia universal fue redactada en el siglo XIX, no antes, principalmente por franceses y británicos, deudores directos del protestantismo iniciado por Lutero".
Los grabados expuestos, de esta manera, buscan construir un "relato a través de los iconos del protestantismo", que otorgue una visión más objetiva de aquel acontecimiento histórico. "En ellos podemos encontrar muchas cosas, como por ejemplo las traducciones de las biblias al alemán que sí que existían en el siglo XVI, a diferencia de lo que defendían los luteranos, que hablaban del hermetismo de Roma y de la imposibilidad de leer las sagradas escrituras en otro idioma que no fuera el latín".

'La endogamia convirtió a los Austrias en unos desgraciados'
Separar el mito de la realidad y analizar la verdad que se esconde tras los relatos de los personajes más ilustres que ha dado la historia de España. Esa es la ardua labor que ha llevado a cabo el periodista de ABC César Cervera Moreno en su nueva obra: «Superhéroes del Imperio» (La esfera de los libros, 2018). Un interesante y ameno relato en el que, de una vez por todas, la leyenda que rodea a personajes como Diego García de Paredes (un militar del que las crónicas afirman que acabó con 500 enemigos en un día) se aparta para dar paso a la historia más cristalina. Y es que, tal y como el autor explica, las gestas de estos sujetos no necesitan de ninguna exageración o adorno para resultar, ya de por sí, increíbles.

¿Se han mitificado las gestas de los héroes españoles que hoy veneramos?

En general, no se ha conocido la biografía de prácticamente ninguno de estos personajes hasta hace 20 o 30 años, cuando empezó a haber una revolución en la historiografía militar. El problema es que, hoy en día, estamos pasando del desconocimiento, a la exageración.

¿Esta mitificación se ha dado únicamente en la actualidad?

No. En su momento hubo otro proceso de mitificación mayor. Hace 300 años nuestro imperio necesitaba héroes que sustituyeran a los medievales y que tuvieran acento y apellido español. Por eso se elevaron figuras como la de Hernán Cortés, el Gran Capitán o Diego García de Paredes. El problema es que la vida de estos personajes fundacionales se dio a conocer, muchas veces, mediante la literatura. Y eso impide establecer el límite entre la realidad y la ficción. Yo analizo la verosimilitud de estos relatos en mi nuevo libro.

¿Son fiables, entonces, las crónicas y los escritos originales?

Los héroes que hoy conocemos, desde Julio César a Hernán Cortés, tienen algo en común: o ellos o sus descendientes (siempre individuos interesados) se han preocupado de que su memoria perdurara. Por eso, debemos desconfiar y analizar las fuentes. Porque, en muchas ocasiones, su pasado responde a una necesidad social: la de que el país tenga mitos propios. Lo que no debemos olvidar es que detrás de esas leyendas y superpoderes hay unas historias fascinantes.

¿Es igual de malo dotar de superpoderes a héroes españoles, que cargar contra ellos para deslegitimarles?

La diferencia es que nuestros héroes han sido exagerados en base a verdades, como en todos los países de Europa. En el otro extremo, lo que se ha hecho es desfigurar al personaje mediante mentiras para dañar a España. Hacer propaganda de guerra, en definitiva. Pero pasa lo mismo que hoy en día. Los superhéroes de las películas no dejan de ser la proyección de americanos excepcionales llevados al extremo. En las crónicas históricas se exageraba porque, ya por entonces, lo que se buscaba es que el público las leyera y que fuesen atractivas

¿Cuál es la mayor exageración que ha conocido sobre un héroe español?

Una de las más llamativas es la de Diego García de Paredes. Es probable que este soldado midiera unos dos metros de altura, pero en las crónicas es retratado como un gigante de cómic. Según quedó escrito, llegó a matar él solo a 500 franceses en un día con una gigantesca espada. Pero no hay que olvidar que todo eso se basa en una verdad: que era un soldado fabuloso. Álvar Cabeza de Vaca es otro caso similar. Sus crónicas (que escribió él mismo) son a veces rocambolescas. Pero también narró cosas contrastables desde el punto de vista científico, pues describió por primera vez a los bisontes americanos o a muchas tribus que nadie conocía. Al final, tras deshojar los mitos, lo que te queda son militares, médicos y personajes excepcionales.

Una de las gestas generalizadas que parece más inverosímil es la de Francisco de Cuéllar, el náufrago de la Armada Invencible que se salvó milagrosamente de los ingleses

Cuéllar afirmó en sus informes que defendió un castillo contra miles de soldados ingleses con una decena de hombres. En su crónica, explicó que los venció y que acabaron huyendo ante la llegada del invierno. Pero los británicos no hicieron mención a este episodio. Únicamente explicaron que se hizo una batida por la zona, pero que no encontraron a nadie y que se retiraron por el frío. Cuéllar le dio la vuelta a este hecho. Pero tras esa exageración hay una historia increíble como es la de un hombre que sobrevivió a un naufragio y recorrió las islas británicas de punta a punta.

¿Debemos creer hechos aparentemente inverosímiles como que Blas de Lezo encabezara, con su cojera y su brazo inmóvil, una carga contra los ingleses en Cartagena de Indias?

No podemos estar seguros debido a la escasez de fuentes. Pero hay que analizar lo que está detrás de esa afirmación. Lo que se quiere decir con ello es que era un soldado que siempre estaba en primera línea de batalla a pesar de su discapacidad. Pasa otro tanto con la monja alférez. Era una mujer pendenciera que, según ella, escapó de decenas de combates. Probablemente eso sea una exageración, pero lo que quiere decir es que era muy buena esgrimista. Al final, las mitificaciones nos enseñan también algo de los personajes.

¿Qué superhéroes americanos serían Pizarro y Carrión?

Francisco Pizarro sería Ironman, porque tuvo una resistencia mucho más allá de la biología. Parece imposible que pudiera sobrevivir a todas las penurias por las que pasó sin tener algo sobrenatural. Pero así fue. Cruzó el Atlántico, viaje en el que muchísimos morían, y sobrevivió. Posteriormente participó en decenas de expediciones en las que, según las crónicas, murieron más del 50% de sus integrantes. A Juan Pablo de Carrión me gusta compararle con el Lobezno más viejo, un hombre que ya está en el ocaso de su vida y que acomete su última empresa heroica.

Zorrilla, Echegaray, Benavente, Álvarez Quintero, Marquina, Buero Vallejo, Mihura, López Rubio, Nieva, Fernán Gómez... y Juan Mayorga. La literatura dramática recupera con el autor de títulos como Cartas de amor a Stalin o Últimas palabras de Copito de Nieve su sillón en la Real Academia Española. Concretamente, el sillón M, que dejó vacante Carlos Bousoño y que se disputaba con la filóloga Dolores Corbella, por la que el dramaturgo ha expresado «su admiración», en conversación con EL MUNDO.
«Para mí era un gran honor sólo que se pensara en mí para este cargo. Entro con mucha ilusión, con mucha humildad y con muchas ganas de trabajar», prosigue Mayorga, quien espera contribuir desde su experiencia como autor dramático al enriquecimiento de la casa. «Quiero creer que puedo hacer alguna modesta contribución en la medida en que buena parte de mi vida la dedico a examinar lo que nosotros hacemos con las palabras y lo que las palabras hacen con nosotros. Mi trabajo consiste en examinar el lenguaje en acción y en situación».
Desde la muerte de Nieva en el otoño de 2016, ningún dramaturgo ocupaba el puesto de académico en la institución. Sólo el actor José Luis Gómez representaba a este arte milenario al que también se quiso dedicar otro académico Vargas Llosa, quien en alguna ocasión se ha definido como un «dramaturgo frustrado». Esta situación causaba cierto malestar entre muchos teatreros, que se lamentaban de ello a sotto voce. «A mí me consta que hay académicos que sienten un enorme respeto por la literatura dramática», comenta Mayorga sobre este vacío. «Me parece importante por muchas razones que haya compañeros dramaturgos en la institución. Creo que junto a científicos del lenguaje, debe haber creadores de lenguaje. En ese sentido junto a los narradores y poetas, debe haber autores. No uno, sino varios porque eso da visibilidad a esa forma de trabajo con la palabra que es la escritura teatral».
En cualquier caso, este hombre que no ha perdido su apariencia de profesor de instituto pese a estrenar en los cinco continentes se muestra optimista con el futuro de la escena. «Siempre digo que el teatro es el arte del futuro y la verdad es que no hay nada que yo vea que me convenza de lo contrario. Si en otras artes escuchamos quejidos o diagnósticos de decadencia, yo no percibo eso cuando voy a un teatro. Hoy, los escenarios son unos de los espacios más libres en el mundo, probablemente son los espacios menos sometidos a las censuras políticas o del mercado. Todo eso procede, precisamente, de su propia pequeñez, que lo convierte en algo extraordinariamente fuerte y poderoso».

Mayorga, que tiene en su haber todos los reconocimientos teatrales de nuestro país (el Valle-Inclán, el Nacional de Literatura Dramática, el MAX...), ya tiene cierta idea de por dónde puede ir su discurso de ingreso en la Academia. «Un buen asunto sobre el que me gustaría hablar es el silencio. Es una palabra que, de algún modo, está en conflicto con todas las demás porque designa la ausencia de las otras. Pero, además, la palabra silencio tiene un carácter muy importante en el texto teatral. Por un lado, como palabra pronunciada (recordemos obras como La casa de Bernarda Alba o Hamlet) y, por otro, en una acotación tiene un carácter extraordinario. De algún modo, el teatro es el arte en el que el silencio se pronuncia».
El autor no tendrá mucho tiempo para preparar ese parlamento. Su agenda apabulla. Por las mañanas, ensaya en La Elipa con el actor César SarachuIntensamente Azules, la adaptación escénica de la novela gráfica en la que colaboró con Daniel Montero Galán, y en el horizonte tiene colaborar con María Galianaen El mago, un texto inédito que montará después del verano. Mientras, los estrenos de sus piezas recorren el mundo: El cartógrafo, un drama sobre el holocausto interpretado por Blanca Portillo, sigue su gira española tras viajar a Bremen y Costa Rica. Reikiavik se puede ver en Argentina, dirigida por Enrique Dacal; Animales Nocturnos, en Chicago; Hamelín, en Italia; El chico de la última fila, en Francia (recordemos que Ozon llevó esta pieza a la gran pantalla); La paz de Perpetua, en Turquía... "Cada cierto tiempo surge algún estreno y estoy escribiendo otra obra titulada 'La intérprete'", cuenta con calma este nuevo académico que sólo lamenta no tener más tiempo para ir al teatro.

La Junta de Gobierno respalda la propuesta del Ayuntamiento de Jaraíz de la Vera para que le sea concedida la Medalla de Extremadura 2018 a Jaime de Jaraíz. Plasencia apoya así la propuesta del Consistorio verato, que solicita el reconocimiento con motivo de la conmemoración del décimo aniversario de la muerte de Jaime de Jaraíz, al que se considera una figura imprescindible en la historia del arte de Extremadura.

¿Cuáles son sus intereses como escritor?
La verdad es que no soy demasiado sofisticado. Siempre tengo en mente ese momento en el que les leo un cuento a mi hijos, por la noche. La expectación. El querer siempre más. Miran las palabras que salen de mi boca como si pudieran verlas.

Eso es lo que quiero conseguir en el lector. Por eso me preocupa mucho la tensión narrativa, me preocupa que el lector sepa en todo momento dónde están y quiénes son los personajes. Y aquello que decía Flannery O'Connor de que la emoción no se expresa con emoción, sino con acción. Sin embargo, no estoy de acuerdo con ella en esa opinión tan baja que tenía del lector medio. Creo que el elitismo intelectual de parte de la narrativa contemporána española está matando el gusanillo de la lectura. Yo quiero que quien lea mis libros, al terminarlos, diga: acaban de contarme una historia. Con eso me conformo.

¿Y como lector?

Dicen que el heroinómano siempre va buscando el ciego del primer pico. Yo creo que el lector también. Pero soy un lector caótico, inconstante, mal formado, y por eso mi relación con la lectura es angustiosa. Casi nunca tengo la sensación de haber acertado con el libro que tengo entre las manos. Si llevo veinte páginas y aún no he sentido nada, empiezo a mirar la estantería de las lecturas pendientes. Para un lector así, así de jodido, quiero decir, escribo yo.

¿Sobre qué temas suele escribir?

Necesito que mis libros sirvan para algo. Lo primero que he aprendido es que su escritura modifica mi visión de los fenómenos que trato. Cuando un tema me atrae lo suficiente como para querer escribir sobre él, aún estoy a años luz del conocimiento necesario para hacerlo. La adquisición de ese conocimiento me transforma y, por lo tanto, transforma también mi perspectiva. Para mí, abordar un proyecto de escritura es una forma de estudio de una realidad. Con mi última novela, «Kuebiko» (Pre-textos), hice cuanto pude por comprender las causas y consecuencias del éxodo sirio: viajé a Hungría, a Lesbos, a Alemania, entrevisté, fotografié y leí cuanto me pareció oportuno, para terminar entendiendo que no debía, porque no quería, escribir una novela política. Si debía recrear algún contexto, no era el histórico, sino el humano. Cuando caminas siguiendo una vía de tren hacia ninguna parte, persiguiendo una tierra prometida, lo que te quita el sueño no son las razones que unos u otros tuvieron para destruir tu país, sino dónde está tu padre o tu hijo, cómo mantenerte junto a quienes aún forman parte de tu vida, cómo sobrevivir a la pérdida, cómo no hundirte para no lastrar al grupo.

¿Dónde ha publicado hasta el momento?

Durante años autopubliqué. Aprendí a utilizar InDesign y Photoshop, a dejar los ferros listos para impresión, a negociar con las imprentas, a elegir papeles y laminados, y así saqué adelante tres novelas. Mi distribuidora era un transportín del Lidl que me acompañaba a las presentaciones y librerías. Fue una época maravillosa, de libertad e ilusión. También de límites y frustración. Juan Gómez Bárcena leyó la última de esas novelas, «La dignidad dormida», y cuando tuve listo el siguiente borrador me puso en contacto con Pablo Mazo. Fue así cómo publiqué en 2016 un libro de relatos titulado «Manual de autoayuda» con la editorial Salto de Página, y empecé esta nueva etapa. Acaba de salir mi última novela, «Kuebiko», en la editorial Pre-textos, después de haber ganado el premio Ciudad de Valencia.

¿Con cuáles de sus «criaturas» se queda?

Creo que con «Manual de autoayuda» conseguí descubrir mi voz. Fue la primera vez que sentí claramente cómo los personajes hablaban desde mi interior. Fue una experiencia fabulosa. Tenía claro que quería noquear al lector y toda esa gente hablaba desde dentro de mí para contar su historia, sin filtro, a tumba abierta. Me divertí muchísimo. Con «Kuebiko», he intentado llevar esa misma visión a la novela, con todas las dificultades que eso supone. Mantener la tensión con cuatro voces diferenciadas, en primera persona y presente, durante 250 páginas, sin caer en los extremos de la crónica periodística o el monólogo interior, pero bebiendo de ambos, ha sido todo un reto. Los lectores dirán si lo he conseguido.
Supo que se dedicaría a esto desde el momento en que…

Desde el momento en que entendí lo que significa la palabra «oficio».

¿Cómo se mueve en redes sociales?

Con cautela. Les dedico el tiempo estrictamente necesario. Pero sé que eso que hago a través de las redes no puedo hacerlo de ninguna otra manera.

¿Qué perfiles tiene?

Facebook y Twitter.

¿Cuenta con un blog personal?

Sí. Tengo una página de autor donde comparto textos de diversa índole, reseñas, vídeos, etc.

¿Qué otras actividades relacionadas con la literatura practica?

Coordino el Club de Lectura Viva, un programa a través del cual acerco novedades literarias y autores a Badajoz. Vamos por la tercera edición, y está teniendo muy buena acogida entre libreros, lectores, editoriales y autores. Además, cada año tenemos una editorial invitada. La idea es que los lectores puedan ubicar las líneas editoriales y acercarse al tipo de literatura que les gusta a través del criterio de los editores, que suelen ser muy buenos explicando su trabajo.

¿Forma parte de algún colectivo/asociación/club?

Dirijo el CELARD, una asociación que se dedica a diseñar y coordinar actividades de fomento de la escritura y la lectura, entre ellas, el Club de Lectura Viva que he mencionado antes, pero también talleres, charlas, etc.

¿En qué está trabajando justamente ahora?

En un libro, probablemente novela, que aborda el tema de la prostitución.

¿Cuáles son sus referentes?

Para mí, Steinbeck y «Las uvas de la ira» fueron como un chute. Los cuentos de Flannery O’Connor; «Claus y Lucas», de Agota Kristoff; Salinger; «Abecedario de Pólvora», de Yordán Radíchkov; Mohamed Chukri; varios cuentos de José Ignacio Aldecoa; «La isla de los jacintos cortados», de Torrente Ballester; «Los tipos duros no bailan», de Mailer; Akutagawa y Dazai han sido algunos de los posteriores. Pero también la fotografía de Sylvia Plachy o Sally Mann.

¿Y a qué otros colegas de generación (o no) destacaría?

El trabajo de Eduardo Halfon ha sido importante para mí. Me ayudó a ser capaz de escucharme. Daniel Monedero, por ejemplo, me ha enseñado que lo importante no es saber exactamente qué decir, sino saber cómo decir que uno no lo sabe o no está seguro. Juan Gómez Bárcena tiene una manera de acercarse a la Historia de la que todos, escritores y lectores, tenemos mucho que aprender. Sabina Urraca es inteligencia y empatía, y tiene en su infancia un tesoro que, ojalá, sea inagotable, como aquél que propugnaba José Luis Sampedro en su «Escribir es vivir». El Fernando Clemot de «Polaris» tiene un talento especial para crear tensión a partir del silencio y la quietud que comparte con pocos escritores. Mario de los Santos, quizá no sea excepcional en un aspecto concreto, como los anteriores, pero es muy bueno en todo, que es lo que significa tener oficio; tiene, además, una visión del mundo que yo, personalmente, compro.

¿Qué es lo que aporta de nuevo a un ámbito tan saturado como el literario?

Nada. Si me dedico a esto es por lo que la literatura me aporta a mí, no a la inversa.

¿Qué es lo más raro que ha tenido que hacer como escritor para sobrevivir?

Llevo desde los 16 años trabajando en cualquier cosa para sobrevivir, así que supongo que lo más raro que he hecho ha sido seguir escribiendo.

Decenas de personas se congregaron ayer por la tarde en la Basílica de Santa Eulalia para asistir a un acontecimiento especial. La primera Misa polifónica en honor de san José María Escrivá, fundador del Opus Dei, compuesta por el prestigioso organista extremeño, compositor y catedrático del Real Conservatorio de Música de Madrid, Miguel del Barco Gallego. La celebración estuvo presidida por el Arzobispo de Mérida-Badajoz, Monseñor Celso Morga. Mañana será en la Catedral de Badajoz, a las 12 horas, y también presidida por Celso Morga.

La Misa Polifónica compuesta por el profesor Miguel del Barco, para voces mixtas y órgano, contiene las partes fijas de la Santa Misa: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei. La Antífona de Entrada, Aleluya y Antífona de Comunión son de la Memoria litúrgica de san José María Escrivá.

Los primeros pasos documentados de san José María Escrivá en Extremadura se remontan al mes de junio de 1934. Entonces se alojó en el Hotel Iberia de Plasencia. Escribió desde allí el primer documento de su puño y letra desde tierras extremeñas: una carta a sus hijos espirituales alentándoles a perseverar en la oración. Desde Plasencia se trasladó a Béjar, para acompañar a su hermano Santiago, con ocasión de unos exámenes que este tenía que realizar.

Miguel del Barco es catedrático de órgano. Desde 1975 ha ocupado la Cátedra del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, centro del que ha sido director durante veinticinco años. Ha sido presidente de la Asociación Española de Centros Superiores de Enseñanzas Artísticas y académico de número de Real Academia de Extremadura. Es Premio Nacional del Disco del Ministerio de Cultura, y entre otros reconocimientos ha recibido la Medalla de Oro del Real Conservatorio de Madrid.

Fuente HOY

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